No es fácil perdonar, pues asociamos el perdón hacia el victimario, hacia quien nos hizo daño, y vivimos atados, generando con esto un malestar y sufrimiento contante.
Además vivimos atados muchas veces a castigarnos pues cargamos también con una culpa al respecto.
Quizás perdonar va más allá, podríamos empezar a perdonarnos a nosotros y desde nuestro cuidado, ese que merecemos, ubicarnos en el espacio que nos corresponde, fuimos dañados y/u ofendidos por otros y empezar a soltar el evento, desde la habilidad para responder a los acontecimiento, y actuar de forma responsable sobre tal.
Es muy probable que jamás olvidemos, pero mantenerlo vivido en mi presente, ¿Qué me genera?, sufrimiento, angustia y desazón, ¿para que tenerlo presente?, ¿Quién sale dañado con esto?, ¿el que me daño o yo?
Analizar que aprendí desde que viví tal evento, cuales fueron las enseñanza, pues todo hecho bueno o malo nos genera enseñanzas.
Y quedarme con eso en el presente, con las grandes enseñanzas de un evento amargo o doloroso, que contribuyeron de alguna manera a mi crecimiento.
No podemos retroceder el tiempo, no podemos cambiar el pasado, solo podemos reinterpretarlo, desde el manejo y control de mis pensamientos, puedo cambiar entonces mis emociones actuales para finamente encontrar paz conmigo misma.