La velocidad de la vida, me lleva a su ritmo, ese ritmo que sin percatarme lo permití.
Hoy con el pie en el freno, nos encontramos con una oportunidad maravillosa de poder observar desde la quietud del entorno todo aquello que nos rodea, es como cuando el carrusel se va deteniendo y podemos ver lo que esta a nuestro alrededor, empezando a sorprendernos de lo que ven nuestros ojos, y nos percatemos de lo ciegos que veníamos viviendo.
Podemos observar desde la quietud a nuestra familia, a los animales que rodean nuestros hogares, podemos escuchar esos musicales matutinos y aquellos que nos acompañan en los atardeceres, esos coros majestuosos de pájaros que muchos creen que jamás existieron y acaban de descubrir, cuando siempre nos acompañaron.
Cuantas maravillas pasan inadvertidas en nuestro viaje por la tierra, cuan ciegos podemos vivir por aquella rapidez y prontitud en la que vivimos.
La risa de nuestros hijos, una conversación familiar de sobremesa, compartir la cocina con ellos y la cama también, abrazarnos más tranquilos, sin apuros y poder observar la vida desde un privilegio más que como un derecho.
Asombrarnos que alguien viva después de haber sido diagnosticado, aplaudir a un sobreviviente, emocionarte y dejar caer lagrimas de alegría cuando vemos salir a la gente de los hospitales.
Celebremos cada día de vida, seamos consientes de que la muerte es nuestra compañera inseparable, muchas veces invisible pero siempre presente, decidamos si queremos vivir muertos o si deseamos morir viviendo.
¿Cómo elijes vivir TÚ?